Todos en algún momento, hemos calificado a un niño de una manera concreta. Seguro que has oído mucho o tú mismo lo has dicho: Es que es muy perezosa. Es muy travieso. No, es que fulanico es muy delicado. Y el colmo de los colmos: Es un niñ@ mal@. Refiriéndose a esto último por ser un niño o niña que duerme mal, tiene poco apetito o simplemente se muere de ganas por descubrir mundo. 

Realmente en el momento, no somos conscientes de lo que una etiqueta de este tipo, puede marcar a un niño pequeño y lo hará de por vida. Así es. Hay etiquetas que nos cuesta quitarnos de encima, en algunas puede que incluso ahora de adulto, te sientas cómodo y te de pereza salir de ella. Y querido lector, hay etiquetas verdaderas y que no nos pesan pero hay otras, que las asimilas tan fuerte que tú mismo asumes que eres así, sin hacer el mínimo esfuerzo por salir de tu zona de confort. 

«Todos somos unos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de escalar un árbol, vivirá su vida entera creyendo que es estúpido».

Albert Einstein.

Ahora que he sido mamá, inevitablemente me he adentrado en un mundo que, aunque a veces me apetecía leer, ahora es casi semanal la lectura de algo referente a ellos. Hace unas semanas hablaba con una amiga: Su pequeño es malo porque no duerme y llora mucho. ¡Ay! Bendita paciencia la nuestra. Por qué no lo transformamos. No es lo mismo decir, es un bebé malo a decir: Es muy cariñoso, necesita el apego y nuestro mimo, le encanta estar en brazos. ¿No suena igual, verdad? Otro ejemplo: Llora por todo, es un gruñón, ¡Verás cuando sea mayor! ¡Os vais a enterar! A decir: Tiene personalidad y sabe lo que quiere. Quizás le pase algo, cuando hable seguro que le entendéis mejor y todo fluye de otra manera. El último ejemplo: Que llorón, todo le da pena, hay que hacerle duro y dejarle llorar. A decir: Es muy sensible, cógele de la mano en esos momentos y lo transformará en su fortaleza. 

Las etiquetas son peligrosas, además, no conseguirán que cambien su forma de ser sino todo lo contrario. Se sentirán encasillados y menospreciados. Lamentablemente, esos niños terminarán aceptando que son pesados, llorones o torpes. Se convertirá en su realidad.

¡Ojo! Las etiquetas en los niños no son solo negativas, ¡también positivas! Son las que alaban de manera muy exagerada al niño: Eres el más guapo, la más lista, el más responsable, el mejor… Probablemente esto solo haga crecer su autoestima, ¿pero te has planteado que el niño no sea capaz de llegar a ese nivel en el que se le ha encasillado y se sienta frustrado por ello?

Sé que puedo parecer exagerada, quizás algo impertinente. Pero los estudios, las experiencias, los testimonios, están ahí, solo tienes que indagar un poco. Y aunque habrá casos en los que una simple etiqueta no les afecte lo más mínimo, habrá otros que si lo haga. La personalidad de cada uno se va desarrollando poquito a poco, al igual que las habilidades o defectos. Es a lo largo de la vida, cuando nosotros mismos debemos ir descubriendo qué podemos potenciar y que nos gustaría corregir o controlar. Como padre o madre, solo nos queda observar como espectadores su desarrollo y evolución. Y esperar con paciencia que ellos mismos nos reclamen ayuda cuando más nos necesiten, pero siempre dejándoles tropezar, caer y levantar. Tropezar, caer y levantar…

Ama, ámate y siempre ama. Desde el amor, todo se puede.

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