Cuando comenzamos una etapa o una situación en nuestra vida ya sea sentimental, laboral o familiar, creas unas expectativas. Te imaginas una realidad futura, idealizas los hechos de tal manera que parece que ya estés viviendo todo lo que está por llegar. Cuando tenemos un plan, exponemos lo que imaginamos que va a pasar, te pones a prueba intentando resolver todos los imprevistos que puedan ir surgiendo y elaboras un esquema minucioso de cómo se desarrollará todo. Aunque no seas consciente, todo esto pasa por tu mente de manera totalmente involuntaria. Si es cierto que hay personas que sobrepasamos la línea de lo planeado y organizado.

Nos imponemos una realidad, nos la creemos y nos creemos con el firme derecho de vivirlo así, tal y como lo has imaginado. Y de repente como un portazo en las narices llega la caída, la decepción o simplemente lo inesperado. ¿Y cómo sales ahora de eso, sino lo habías planeado? ¿Cómo solucionas un problema para el que no te habías preparado? ¿Dónde está el camino que no habías pensado coger? Tranquilo, eres muy capaz de ello, solo tienes que continuar caminando y tu mente y corazón te darán respuesta a todo ello. 

Te digo por experiencia que todo llega a resolverse, de una forma u otra, encontramos la paz interior al llegar al final de la situación que nos ha complicado la vida. A lo largo de mis últimos 10 años he vivido una vorágine de acontecimientos que se escapaban de mi realidad soñada. No fui a estudiar al sitio que yo pensaba que sería el ideal. No vivo cerca de los míos. La maternidad es complicada y ese ideal de madre perfecta con una hija perfecta, se quedó en eso, en un ideal de anuncio. En cada momento por el que he pasado, la frustración ha sido sin duda el primer sentimiento que ha pasado por mi, pero con el paso del tiempo, he entendido que planear no me sirve de nada. Prepararme para no se sabe que, no me conviene. Mejor dejarte llevar por cada momento que la vida te va preparando y esperar. Ser paciente y prudente porque con el tiempo, siempre he entendido que cada cosa que ha pasado por mi vida ha sido mejor que todo lo que había imaginado en mis expectativas. 

Hace unos meses, tras una noche de 4 horas de sueño interrumpido, un cansancio extremo, la frustración de no sacar todo lo que quería adelante y una hija demandando mi atención a cada momento, la miré y le dije: Por qué no serás como todos los bebés, y me dejas descansar y trabajar. ¿Suena muy fuerte verdad? No me siento mal por contártelo ahora, aquí. Nada más decirlo, mientras ella me miraba atónita como si hubiera entendido mis palabras, mientras la abrazaba le dije: Perdona, no quiero un bebé como todos los demás, quiero una Elena como tú, una Elena única. Sí, aunque estuviera pasando la peor de mis etapas, la quería a ella. Y mi corazón de madre lo sabía.

La vida nos plantea una serie de circunstancias que te ponen a prueba, pero te preparan como mejor persona. Idealicé toda una vida, planeé cada caída. Puse respuestas a preguntas que nunca llegaron. Y la experiencias me fue diciendo que siempre que llegue una situación difícil, siempre sabré como actuar. Con un equilibrio sano de mente y corazón.

Ama, ámate y siempre ama. Desde el amor, todo se puede.

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