Siempre me he preguntado como podríamos medir el amor que sientes hacia una persona. Donde está ese baremo que te indica en que nivel estableces a cada uno. Una medición en la que tú sepas donde te encuentras en el corazón de otros. Pero el amor es algo intangible y si a eso añadimos que cada persona sentimos las emociones de manera diferente, la cosa se complica. Cada uno entendemos los sentimientos o emociones de manera diferente pero siempre exigimos que se nos quiera de la misma manera, y eso es prácticamente imposible. Unas veces se quedarán cortos y otras nos querrán de manera diferente a la que esperamos aunque llegue al nivel establecido, en caso de que pudiéramos establecerlos.

«Su medida de la calidad de vida consiste en la cantidad de tiempo que sea capaz de pasar en libertad»

Elmore Leonard

Pero hay una cosa que si que podemos hacer. Cuando recuerdas a una persona, no la recuerdas por la cantidad de tiempo que pasó contigo sino por la Calidad de esos ratitos. Al final de nuestra vida, no recordamos si nuestros padres estaban mucho en casa o poco, si aquel familiar te visitaba mucho o poco, si veías todos los días a aquella persona o era algo más bien mensual. Recordamos los momentos que nos llenaron por un motivo en concreto. Ese detalle que te proporciona ese cosquilleo cuando lo recuerdas. El típico cuento antes de dormir, aunque solo lo hiciera una vez por semana. La típica frase que siempre te decía él pero que te hacía sentir tan bien al tiempo que dibujabas una sonrisa. El abrazo que no necesita palabras y que siempre te recordará a ella. Aquel consejo que te dio aquel día y que tú recordarás por siempre…  

Detalles que hacen que recuerdes momentos puntuales. Por tanto, no es tanto la cantidad de tiempo que pasamos con las personas, sino la calidad de esos momentos, sean muchos o pocos. Las relaciones no se fuerzan, no deben forzarse. Las relaciones y el amor son efectos naturales de la vida. O congenias o no congenias. 

Un amigo hace unos años nos contaba que sus padres trabajaban muchísimo durante la semana y apenas les veían. Tenían una cuidadora que les atendía durante todo el día. Cuando llegaba el fin de semana, sus padres se entregaban en cuerpo y alma a ellos. Todo eran actividades, ratitos juntos o momentos de risas y complicidad. Él mismo nos aseguraba, no nos importaba no verles de lunes a viernes, porque la calidad del tiempo que pasábamos con ellos el sábado y domingo era tan alta y tan satisfactoria, que ahora solo puedo recordar los fin de semana. Parece que mi mente ha borrado el resto del tiempo.

Ahí está la clave. Entregarte, pero de verdad de la buena. Que el tiempo sea oro y que cuando se lo dediques a la persona que quieres sea siempre desde el amor y el cariño. Que te recuerden por quién eres y cómo eres, sin más. Dando toda tu esencia y ofreciendo de ti todo lo mejor.

 

Ama, ámate y siempre ama. Desde el amor, todo se puede.

Que tengas una feliz semana. Muchas gracias por leerme y de todo corazón deseo que disfrutes con cada lectura. Con esto declaro oficialmente inaugurado…. 

¡El fin de semana! 

¡Feliz Verano!

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