La semana pasada os hablaba de las fortalezas y las debilidades que tenemos las personas. Irremediablemente, todos hemos reflexionado con aquella entrada y sin quererlo te detienes un instante a pensar cuales son tus debilidades, que normalmente es lo que más nos preocupa. Probablemente las tendrías al instante, solemos machacarnos mucho por las cosas menos positivas de nuestra persona. Está bien que tengamos muy presente que nos gusta menos de nosotros mismos, pero con el fin de ser constructivos.

No pude evitar pensar en mi timidez y vergüenza. Un tremendo fracaso para mí, que me ha puesto muchas trabas a lo largo de mi vida. Así es, por no saber ser constructiva y ver lo positivo que esa actitud me estaba dando. O por no convertirlo en una fortaleza, que ahora que lo pienso, en muchas ocasiones fue mi mayor defensa. Si, como lo oyes, mi vergüenza y timidez me salvó de muchas. La timidez me ayudó a escuchar, a aprender a escuchar. Me enseñó a observar y por tanto, ir en la vida con un pie echado. A no hacer las cosas a lo loco, sino observando, pensando y reflexionando. Me ayudó sin duda a conocerme y superarme a mí misma. Para una persona tímida, el simple hecho de hacer una exposición en público, es un tremendo problema, un castigo psicológico que si no controlas, estás perdido. Por ello me preparaba muy bien las exposiciones, esto me hacía sentir segura de mi misma, creer en las palabras que salían por mi boca y sintiéndome capaz de defenderlo como fuera. Y así era. Me ayudó a elegir al chico correcto, ¡Y no me digáis que no fue todo un acierto!

 

«Cuando educamos las mentes de nuestra juventud, no debemos olvidar educar sus corazones» Dalai Lama

No vengo aquí a hablar de mí, sino a poneros un ejemplo cercano del que os puedo hablar en plata, para que valoremos que cualquier motivo, circunstancia o situación puede volverse positiva. Tenemos un deber como adultos, enseñar a los más pequeños a valorar cada una de sus actitudes, sus rasgos. Enseñarles a valorarse, a administrar esos aspectos que se nos pueden ir de las manos y controlarnos. Aprender de sus debilidades y potenciar aún más las fortalezas. Conocernos a nosotros mismos.

Seguro que os ha pasado que en cierta situación vuestra mente os decía una cosa y vuestro corazón otra muy distinta. ¿Teníais empatía hacia vosotros mismos cuando decidisteis qué hacer? No hablo de egoísmo propio, hablo de empatía. De entenderte, saber que es lo que tu corazoncito te susurra a gritos.

Tenemos que ser capaces de entender nuestras emociones y sentimientos. Descubrir por qué ese sentimiento surgió en ti en ese determinado momento. Y dar una explicación sana, que no una justificación, a tus acciones. Tener claro los motivos para poder defenderte ante ti y ante la sociedad, si fuera necesario.

Conocerte te ayudará en un futuro a tomar la decisión más acertada. Saber que es lo bueno y malo de tu persona, sin orgullos ni pretensiones. Simple y llanamente conocerse.

 

Y tú, ¿Crees que te conoces bien a ti mismo?

Ama, ámate y siempre ama. Desde el amor, todo se puede.

Adentrase en el fin de semana con ilusión para recargar las pilas y empezar la semana con positivismo y motivación.

Queda oficialmente inaugurado….Redoble de tambores…. ¡EL FIN DE SEMANA!

Suscríbete al blog por correo electrónico

Introduce tu correo electrónico para suscribirte a este blog y recibir avisos de nuevas entradas.

Únete a otros 2.141 suscriptores

Deja un comentario

Puede que también te guste...